12 hombres sin piedad

12angmTítulo original: 12 angry men

Duración: 1 hr 35 mins
País: Estados Unidos
Año: 1957
Director: Sidney Lumet
Género: Drama.
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Mi puntuación:    10 / 10

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Hoy me apetecía escribir sobre el que probablemente sea mi clásico preferido, este drama judicial que se sostiene en unos elementos tan «simples» como una docena de grandes actores encerrados en una habitación y un guión extraordinario, escrito por Reginald Rose y originalmente pensado para la televisión, posteriormente llevado al cine y años más tarde adaptado al teatro (algo curioso, ya que lo habitual es lo contrario, que sea la obra de teatro la que se traslade al cine).

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Con la excusa de mostrarnos las deliberaciones de un jurado compuesto por doce dispares hombres que deben decidir si envían a la silla eléctrica o no a un chaval de 18 años que supuestamente ha asesinado a su padre, la película realiza una grandísima disección del comportamiento humano a través de las distintas personalidades de cada uno de los personajes. Podríamos describirles de la siguiente manera (puede que sea algo simple pero sirve para demostrar que estos doce personajes abarcan casi todos los tipos de personas que nos podemos encontrar en la vida):

  • Jurado #1: El moderador que organiza las ideas y dirige el debate pero que intenta opinar lo menos posible (interpretado por Martin Balsam).
  • Jurado #2: El que quiere quedar bien con todos, un tipo poco carismático y con un pequeño complejo de inferioridad (John Fiedler).
  • Jurado #3: El irascible testarudo que se cree por encima de los demás, un hombre temperamental y hecho a sí mismo (Lee J. Cobb).
  • Jurado #4: El culto y educado que debate argumentando sus ideas y con buenos modales, aunque con un punto de pretenciosidad (E.G. Marshall).
  • Jurado #5: El tímido y callado al que le cuesta expresarse, pero que cuando coge confianza demuestra ser alguien avispado (Jack Klugman).
  • Jurado #6: El simple y honrado, un trabajador quizás poco culto pero que va de frente, un tipo noble y de buen corazón (Edward Binns).
  • Jurado #7: El charlatán despreocupado que parece tomarse a broma la situación y lo único que quiere es terminar cuanto antes (Jack Warden).
  • Jurado #8: El que se cuestiona los hechos, un hombre reflexivo que quiere hacer las cosas bien y de forma razonada (Henry Fonda).
  • Jurado #9: El anciano con amplia experiencia de la vida, por la cual es capaz de adivinar cómo son las personas con relativa fiabilidad (Joseph Sweeney).
  • Jurado #10: El viejo gruñón y maleducado lleno de prejuicios, una persona realmente insoportable (Ed Begley).
  • Jurado #11: El que calla y escucha para sacar sus propias conclusiones y después exponerlas con convicción (George Voskovec).
  • Jurado #12: El que va de encantandor y simpático para no mostrar su inseguridad y poca confianza en sí mismo (Robert Webber).

En un principio tan solo el #8 opta por no declarar culpable al chico, no porque crea que es inocente, si no porque tiene una duda razonable de que sea el autor del crimen. Ahí está la principal clave de la película, en la duda que surge a la hora de tomar una decisión tan trascendental, y eso es lo que hará que el resto varíen (o no) sus posturas iniciales mientras exponen sus opiniones. Y es que el sentimiento de duda probablemente sea uno de los más universales y frecuentes a los que se enfrenta cualquier persona en todas y cada una de las elecciones y decisiones que toma durante su vida.

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Pero el guión también toca temas tan importantes (y dignos de estudio en cualquier facultad de Psicología) como el individualismo y el egoísmo cada vez más palpables en la sociedad (algunos parecen pensar más en sus propios problemas o necesidades que en la vida que depende del veredicto que dicten), la presión o influencia que puede ejercer un grupo a la hora de tomar una decisión, o las grandes dificultades que encontramos cuando tenemos que admitir que estamos equivocados en algo (a todos nos pasa, ya sea en mayor o menor medida). Y también cuestiona la efectividad de un sistema judicial que incluye la pena de muerte entre sus posibles castigos. ¿Cómo se puede ordenar la muerte de alguien cuando casi nunca se sabrá a ciencia cierta y sin posibilidad de error si es culpable o no?
Asimismo, acierta al mostrarnos las conversaciones tópicas sobre el calor que hace en la habitación, el tiempo, los deportes, etc., que surgen en las pausas que se producen durante el proceso, algo que humaniza a los personajes y evita que sean simples muestras de comportamiento, por así decirlo. En definitiva, estamos ante uno de los mejores guiones de la historia del cine (no es ninguna exageración), repleto de diálogos que dan que pensar pero que son muy naturales.

Los doce actores están realmente soberbios, como no podía ser menos tratándose de un elenco tan formidable y que acumuló numerosos premios y nominaciones durante su carrera: Cobb, Warden, Balsam, Begley… y sobre todos ellos, el inigualable Henry Fonda. En esta ocasión interpreta a un tipo normal y corriente con los sobacos de la camisa encharcados en sudor al más puro «estilo Camacho» debido al sofocante calor de la sala, y lo hace con su habitual convicción, tranquilidad y confianza, derrochando carisma y presencia y dando toda una lección de liderazgo.

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Por su parte, el prolífico y siempre eficiente (y muchas veces brillante, aunque nunca tanto como en esta película que supuso su debut en el cine) Sidney Lumet orquesta todo de forma estupenda, logrando momentos inolvidables como la escena en la que todos los miembros del jurado dan la espalda al #10, incluso los que apoyan su voto, mientras este suelta una perorata llena de prejuicios y desprecios hacia el acusado sin mucho fundamento. O aquella en la que el impulsivo #3 dice que uno de los testigos no pudo saber nada con certeza porque solo era un pobre viejo, momento en el que se da cuenta de su propia contradicción. La tensión y angustia que consigue crear el director estadounidense con algo tan coloquial como doce personas hablando es impresionante.

Puede que su aire teatral eche para atrás a algunos espectadores, pero yo aconsejo todo el mundo que le de una oportunidad y se deje atrapar durante 90 minutos por el mejor drama judicial que jamás se ha escrito. Una de esas películas que hay que revisar de vez en cuando para reconciliarse con el cine, en una época en la que éste parece ir en una dirección totalmente opuesta a la de esta obra maestra.

No estoy acostumbrado a suponer. Sólo soy un hombre trabajador, mi jefe es el que supone. Pero lo intentaré por una vez: suponga que nos convence a todos y luego resulta que el chico mató de verdad a su padre, ¿eh?

2 pensamientos en “12 hombres sin piedad

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